Este debate es muy importante para el sector financiero, porque hay mucha diferencia entre los billetes que llevamos en la cartera y el dinero que hay en un monedero virtual o en una cuenta.
El primer tipo lo emiten directamente los bancos centrales, mientras que el segundo depende de la estabilidad de las instituciones comerciales y puede ser más vulnerable.
Aunque el dinero físico no está en peligro todavía en la mayor parte de países, la experiencia de algunos países, entre los que están Suecia y China, y hasta cierto punto el Reino Unido, muestra que un mundo con mucho menos uso de dinero en metálico es cada vez más posible.
Por eso el BIS, al que muchos conocen como el banco central de los bancos centrales, ha publicado este informe que esboza posibles diseños para una moneda digital de un banco central.
Muchos gobernadores de bancos centrales ya han destacado la posible amenaza del papel moneda como un riesgo de propagación del coronavirus, pero esto es sólo un efecto catalizador para el paso a las monedas digitales. Los bancos centrales han mostrado recientemente un gran interés en emitir la próxima evolución del dinero.
Para la creación de una moneda virtual se requiere de un incremento en la seguridad
La generación de este tipo de moneda, como apuntan desde Quartz, sería complicado. Tendría que tener por defecto una seguridad parecida a la del dinero en metálico, ser privada, ser impermeable a apagones electrónicos y además de fácil manejo. La arquitectura para hacerla posible podría utilizar un sistema tradicional de cuentas, o bien estar enlazada a libros de cuentas distribuidos para que fuese menos probable que fallase. Además, debería estar directamente relacionada con un sistema de identificación digital, y aprovecharse para que las transacciones transfronterizas fuesen más económicas y eficientes.
Otra duda es si se usa un sistema distribuido ya conocido para validar transacciones, parecido al Blockchain, o se emplea uno más centralizado. Como todo, ambos tienen ventajas e inconvenientes. Un sistema distribuido evita que haya el más mínimo fallo en un solo punto, pero es probable que fuese más lento en el proceso de pagos, ya que requiere varias actualizaciones y validaciones de las bases de datos. No sería factible utilizar un sistema distribuido de libros para el modelo directo, porque no sería capaz de gestionar el enorme volumen de pagos que se darían.
Para el BIS, ambos sistemas tienen sus propias vulnerabilidades. Por ejemplo, un banco central es susceptible de sufrir un hackeo, mientras que un método distribuido puede ser vulnerable a un ataque DDoS.
Privacidad e identidad, otros dos grandes problemas
Para la llegada de las monedas digitales que sustituyen al dinero digital también tendrían que solucionarse varias dudas sobre identidad y privacidad. La mayoría de cuentas digitales se abren con un identificador, del tipo de DNI o el NIE, que no todos tienen. Eso podría crear una barrera al acceso universal a la forma de pagos más básica. Esto podría solucionarse mediante un sistema ya diseñado por India, que plantea el uso de un identificador universal. Otra opción es hacer que los fondos sean accesibles a cualquiera con una clave criptográfica. Básicamente, el sistema que utiliza Bitcoin.
Con esto se consigue privacidad y universalidad, pero según el BIS, los inconvenientes de este sistema son graves: los fondos pueden robarse si la clave no se tiene en un lugar seguro, lo que podría crear un desafío para evitar el blanqueo de dinero y las transacciones ilegales. Tampoco hay muchas opciones de reclamación si el consumidor pierde su clave secreta.
Estamos en el inicio de la era de las monedas digitales, y los bancos centrales empiezan a considerar muy en serio tomar el control de la situación antes de ser arrinconados por iniciativas privadas. No se trata solo del futuro del efectivo: las bases del sistema económico de los últimos dos siglos están en cuestión.
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